En este rabajo he enlazado la idea del interior-exterior con la de
luz-oscuridad y la membrana de comunicación entre dos mundos
que acaban confundiéndose en una nebulosa de arena. Se potencia
esta polaridad por medio del agujero-atracción que despierta
la curiosidad y la imagen desgarrada y amenazadora de los cristales
rotos que produce un gesto instintivo de retirada-repulsión.
Una vez superado este primer impulso, el acercamiento se produce
cuidadosamente y con cautela intentando desvelar lo que hay en el
fondo del agujero, nos encontramos con una imagen, deformada por vapor,
de nosotros mismos.
Gracias a este espejo interior, conseguimos una nueva dimensión
que nos conduce a un replanteamiento de tipo metafórico acerca
de nuestra relación con el exterior y el propio paisaje interno.