El planteamiento inicial del proyecto toma cuerpo a través de la imagen básica presentada en portada. En un espacio plásmático comparable al ciberespacio en cuanto a su cualidad de no dimensionable, se crean diferentes historias interrelacionadas entre sí y con características específicas en función de distintos códigos. Estas historias se desarrollan deslizándose a través de túneles interconectados: túnel del tiempo, túnel del amor, túnel de la soledad, túnel del frío, túnel de la esperanza, túnel del mar... Cada uno de los túneles está directamente relacionado con un color, que a su vez se difumina y degrada en un nuevo espectro, creando así cada diferente tono nuevos aspectos que inhabilitan al caminante para establecer unas coordenadas concretas de localización del túnel.
La posibilidad de jugar con los distintos túneles, colores, códigos, la asignación de citas a códigos y las relaciones directas entre citas, nos lleva a la creación de una auténtica malla hipertextual, en la que convivan varios hilos argumentales que pueden estar en constante actualización, a medida que profundizamos en el análisis o vamos incorporando nuevos datos. Todo esto parece posible realizarlo a partir de un programa de organización y estructuración de datos llamado Atlas-ti.
Esta propuesta del proyecto de net.art consiste básicamente en la elaboración de una web que establece un paralelismo con "Rayuela" de Cortázar. Nos referimos al sentido lineal de cualquier libro tradicional que Cortázar rompe a base de ir "saltando" de un capítulo a otro, y que nosotros presentamos como una nueva concepción de la historia o "las historias" que se desenvuelven en un medio no lineal sinó de mapa virtual creando así un espacio laberíntico en el que la búsqueda del propio yo, del tesoro final, no se alcanza sinó tras largas idas y venidas a modo de los laberintos clásicos, en los que el camino se aleja del centro cada vez que se ha conseguido una pequeña aproximación al mismo.
A diferencia de los laberintos clásicos, la peregrinación a través de los distintos túneles crea un espacio de tipo dedálico en el que la desorientación generada por la propia búsqueda y la libertad de elección del camino fomenta el crecimiento de un proceso sistemático de duda y un aumento de ansiedad. El enfrentamiento con el propio yo crea la contradicción. Tras la búsqueda, la oscilación y la pérdida, (del centro, del tesoro, del yo, de la vida) vacilante primero y definitiva posteriormente, se crea una paradoja que se resuelve como si de un koan zen se tratase: con el abandono de uno mismo frente a sí mismo. Es en este mismo momento cuando se produce "el despertar" o "la iluminación" en el que todo recupera su justo valor. Es el momento de la aceptación (de uno mismo, del propio camino como finalidad en sí).
Centro del laberinto como muerte y como vida. La significación del laberinto en cuanto a puente entre dos vidas, dos niveles, nos hace relacionarlo a la experiencia iniciática y a la vez con el útero materno, con la madre tierra.
Cuando hemos llegado al centro del laberinto, cuando ya no hay más camino que el camino a través del mismo, a través de uno mismo, llegamos entonces al instante del que hablan los místicos, el instante a través del tiempo y el espacio sostenido únicamente por sí mismo, sin conexiones con el pasado ni con el futuro, momento que, por su propia especificidad y característica de presente, es representante máximo de la eternidad: El centro del laberinto. De ahí la significación profunda del laberinto como lugar para encontrarse y su punto de conexión con los dédalos como lugares para perderse.
La peregrinación a través de los distintos túneles del laberinto, los cuales están relacionados con los diferentes colores y son los que nos dan parte de las coordenadas espacio-temporales (Tenemos otros puntos de referencia en textos y dibujos) es errática ya que en estos colores se producen degradados suaves que consiguen cambiar de una manera casi imperceptible los colores iniciales de cada túnel, encontrándonos así con la pérdida de especificidad de los mismos vistos de una manera global. Desde un punto de vista puntual, sin embargo, la comunión entre túnel y color resulta ser completamente unívoca e indisoluble.
El centro queda indefinido ya que cada individuo-peregrino crea sus propios caminos y llega a su tesoro, después de haber luchado con el minotauro, con el monstruo oculto en el interior del laberinto. Como resultado de este viaje iniciático
El retorno, superada una vez ya la fase de búsqueda, se produce en silencio, meditando sobre el camino en sí, y con plena conciencia de presente. Aquí se calibrará el uso de las lecciones aprendidas.
La salida no es más que la serenidad de la conciencia, producida después del reposo.